domingo, 1 de noviembre de 2009

Kane Loethe

El Doncella de Hierro corría, no, volaba, sobre las olas de las Islas Ahorcadas, persiguiendo a una carabela que se mostraba ya bien visible. En ese momento, una figura apareció sobre la cubierta mientras el vigía gritaba:
- ¡Kane, la tenemos a 500m!
Exacto, el hombre de cubierta era Kane Loethe, el pirata de ojos glaucos, que destilaba odio por la mirada, pero también, si era necesario, por cualquier arma de su arsenal. Este hombre, llamado demonio por toda la gente del Mar Interior y el Reino de Plata, era, sin embargo, querido por sus camaradas, gritó:
¡Zafarrancho de combate! ¡Preparad las barricadas a ambas bandas! ¡Cien granadas de mano a los gavieros! ¡Culebrinas a cubierta!
En ese momento, todo fue agitación en el barco pirata, se colocaron pequeñas bocas de fuego a ambos lados, cubiertos por maderos, restos de toneles, lonas mojadas, y todo lo que pudiera bloquear el paso de los marineros del barco enemigo, pero, en ese momento, el vigía alertó:
¡Un galeón, a la izquierda, por los pasos!
Kane gritó:
¡Desplegad las alas! ¡Fuego a la izquierda! ¡Virad! ¡Desplegad mi bandera! ¡Desarbolad la carabela!
Los cañones del Doncella de Hierro dispararon sobre el galeón, que se acercaba por los pasos entre Isabela y San Marcos. El barco pirata se acercó al maltrecho galeón, abordándolo sin que se diera cuenta, mientras Kane gritaba:
¡Fuego de mosquetería!
Los marineros del Doncella de Hierro asaltaron el galeón. Después, tras quitarle el botín, y asaltar también la carabela y hundirla en el fondo del mar, llevaron el galeón a su ciudad, en la Isla del Sable.
Esa tarde, los marineros de Kane llegaron a la Isla: vendieron el galeón y dividieron el botín entre los marineros. El jefe de artilleros
se dirigió a los almacenes de munición. Entre tanto, Kane se fue a hablar con su viejo amigo Fígaro. Atravesó la ciudad, para llegar a la casa, que era una construcción indígena. Cuando llegó, lo vio.
Desde lejos, y para alguien que no le conociese, Fígaro parecía un agradable alemán que no había empuñado una espada, y no el sanguinario corsario del Sable.
Su barco, el Bailarín Demoníaco, era igual, ya que parecía un mercante, pero llevaba escondidos en las tres bodegas casi 80 cañones para destrozar lo que se acercase.
Encontró a su amigo sentado en una mesa, con la compañía de dos mujeres con jarras de ron en las manos. Una era Morgana, una pirata emprendedora poseedora de dos barcos y temida en el Reino de Plata; amiga y deudora de Fígaro, que la usaba para costearse y tener apoyo en sus incursiones.
Otra era una pirata de su tripulación, de ojos negros, piel dorada, pelo corto, de un color marrón claro, tenía un mosquete al hombro y un sable en la cintura; Morgana le dijo:
¡Ah! Kane, esta es Caris, la capitana del Verdugo de la Luna, mi segundo barco, pero háblanos de ti, creo que es la primera vez que la ves, pero parece que traes noticias. ¿Qué quieres?
- Vamos a asaltar Tudmir, en el Mar Interior, preparad la expedición, botín equitativo.
- Por mí, de acuerdo, pero vamos a tener que conseguir algunos barcos más - dijo Fígaro.
- De eso me encargo yo, y cuenta con mis dos barcos, Kane. - dijo Morgana.
- Eso es discutible, jefa. - dijo Caris.
- Harás lo que yo te diga. - le respondió Morgana.
- Pero el barco es mío.
- Te lo llevarás al volver al Sable desde Tudmir, y no antes.
¿O lo discutimos espada en mano? - dijo Morgana mientras desenvainaba su acero.
- De acuerdo, jefa, el barco será mío al terminar la misión.
- Nos vemos en el muelle, Kane. - dijo Morgana dando por terminada la conversación.
Ella y Caris se fueron hacia el muelle para preparar la expedición, dejando las jarras, mientras Fígaro y Kane se quedaban en la casa. Fígaro le preguntó:
- ¿Ha vuelto Robert?
- Sí, envía galeones por las Ahorcadas para frenar nuestros asaltos a las rutas comerciales, quiere exterminar a los piratas del Sable - respondió Kane.
- Hablaré con Antoine de le Seine, preparará a la flota, les daremos un sustito, y así haremos que las flotas del Mar Interior, el Fuerte del Río y el Reino de Plata se desplacen, y dejaremos Tudmir libre para asaltarlo.
- No creo, Robert mantendrá al Segador y una flota a la defensa de la niña de sus ojos.
- Bueno, entonces el Doncella de Hierro podrá medirse al fin con el Segador.
- No tenemos barcos suficientes, casi preferiría posponerla. - dijo Kane con gesto ceñudo - Creía tener más apoyo en la ciudad.
- ¡Y lo tienes, amigo mío! ¡Déjame una noche en las tabernas de la ciudad, y mañana tendrás veinte barcos, mas otra flota de sesenta y cinco bajeles para mantener ocupados a los soldados de la Alianza de los Mares, asaltando las Islas Ahorcadas una por una. - dijo Fígaro golpeando la mesa con su jarra de ron.
- De acuerdo, pero rebaja algunos barcos, que si no, no habrá apenas botín. Mientras, yo iré a reclutar gente. Voy a sacar a flote de nuevo al Faraón. - dijo Kane.
- ¡El Faraón! ¡Entonces vas en serio! Fue tu primer navío, cuando todavía no eras el terror de las Ahorcadas.
- Lo sé, el Segador se encontrará con un viejo amigo, pondré a Johans Van Possel, mi segundo de a bordo, al mando. Es un hombre competente, y los hombres le obedecen como si fuera yo mismo.
- Eso es tu decisión, amigo mío, pero permíteme preguntarte: ¿a quién reclutarás?
- A gente de las tabernas, todo el mundo querrá navegar después de lo que propongo, e intentaré conseguir alguna tropa de élite... - dijo Kane, dejando la frase a medio, como que no quería continuar hablando, cosa que Fígaro captó al instante, respondiendo:
- Bueno, hemos perdido demasiado el tiempo ya; mañana, con el disparo de cañón, partiremos al asalto. Les apoyaremos por un par de días, mientras que las flotas salen del Mar Interior.
- De acuerdo. Hasta mañana.
Al día siguiente, se oyó un disparo de cañón que retumbó en la Isla del Sable. Mientras, miles de piratas se apresuraban a avituallar a sus barcos para el asalto a las Ahorcadas; puesto que la noticia de que el Mar Interior intentaba exterminar a los piratas del Sable, prestando barcos a las rutas comercfiales, había corrido como la pólvora.
Había cerca de noventa naves preparadas para zarpar, y otras treinta acercándose a los muelles por mar. Kane apareció en el muelle, montado en un bergantín de tres palos que hizo rememorar tiempos pasados a muchos de los capitanes. Y otra noticia corrió por los muelles del Sable: que Kane Loethe, el Terror de las Ahorcadas, había desempolvado su segundo barco, el Faraón.
Kane se dirigió al embarcadero, cerca del Doncella de Hierro. Allí, se apresuraron a cargarlo de municiones, trozos de madera y lonas para reparaciones rápidas; y todo lo necesario para la expedición a Tudmir. Al mismo tiempo, desembarcaron treinta y cinco arachés, una tribu de nativos resultante de una vieja unión de otras dos tribus, los arakunes y los acheseres. Los arakunes eran fornidos, cargaban arcos cortos y espadas
de hierro, con armaduras de cuero y yelmos. Los acheseres eran altos y veloces, con gran vista; portaban armaduras de algodón, arcos largos o cerbatanas, y portaban falcatas, espadas cortas curvas, y katars, dagas largas con una empuñadura abierta de madera. El jefe era un mestizo, alto y fornido; con un arco largo y una espada de acero, y una falcata pequeña a la cintura, ujn yelmo y una armadura de cuero y algodón.
Los arachés subieron al Doncella de Hierro, mientras los marineros se repartían en los dos barcos, uno de los marineros dijo:
- Jefe, nos faltan gavieros, no hay suficientes para los dos barcos.
- Los arachés se pasan la vida en los bosques, saben trepar, enseñadles lo básico y subidlos a los mástiles, y decidle al jefe que le necesito a él y a cuatro de sus hombres como guardia peronal, el resto, a mi barco. Sólo los marineros a los que no les interes compartir navío con los arachés pueden hacer dos cosas: subir al Faraón hasta que este esté lleno o quedarse en tierra. - respondió Kane.
- De acuerdo, jefe.
Dos horas después, tras el arreglo de las tripulaciones y el avituallmiento, sonó otro disparo de cañón que daba salida a la flota pirata del Sable.
Después de treinta y cinco millas, la flota de Kane Loethe se separó del convoy, eran en total diez barcos.
El Doncella de Hierro iba en cabeza, con el Faraón en la cola y el Verdugo de la Luna y el Neptuno, de Morgana, a los flancos. Terminaban el convoy el Bailarín Demoníaco, de Fígaro, y otros cinco barcos de distintos capitanes en busca de fortuna segura y alejada de los riesgos de la flota de asalto a las Ahorcadas, que no servía sino de celada para el asalto de Tudmir.
Tras cuatro días de navegación, la flota cambió sus pabellones por los del Reino de Plata. También cambió los nombres a los barcos, gracias a placas falsas. Fingirían ser una flota en busca de apoyo para el Reino de Plata. De esa guisa, llegaron de noche a Tudmir, quedándose dentro del puerto por muy poco y junto a los muros exteriores, lo que les garantizaba seguridad para desembarcar.
Kane y sus hombres bajaron del navío, y los arachés formaron un rombo defensivo en torno a Kane, que tenía desenvainadas unas cuchillas enormes. Estas le cubrían los lados del brazo, terminando en punta. Completaban el atuendo algunas pistolas y una armadura de cuero y malla de hierro, junto a dos puñales y un estoque, por si las cuchillas fallaban.

Asimismo, Morgana y Fígaro desembarcaron y llevaron a sus hombres por todo el puerto sin disparar una carga de pólvora, que sólo sería usada en caso extremo.
Tras un avance silencioso por la ciudad, los piratas se encontraron en palacio, tras eliminar a toda su guarnición, salvo la destinada a la salvaguarda del gobernador.
Los piratas treparon por las murallas, eliminando la posible resistencia en lugares altos. Los achereses eliminaron a la guardia de las murallas. Después, Fígaro se llevó a su tripulación sobre el jardín.
Morgana le proporcionó cobertura con unas ballestas que su tripulación había encontrado junto a un cuartel. Entre tanto, Caris se adentraba en la casa y Kane corría hacia su parte trasera, seguido sólo de los arachés.
Van Possel se había llevado a su tripulación y a la del Doncella de Hierro hacia la ciudad, para defenderla.
Aseguraron los muelles y encendieron las almenaras de socorro, ya que Kane les había avisado de que lucharía con el Segador aunque fuera lo último que hiciera en vida.
En palacio, el gobernador veía asombrado cómo su guardia de élite perdía posiciones dentro de la casa, ya que unos piratas y unos indígenas les destrozaban en combate abierto. Kane, que se encontraba luchando, ordenó por primera vez desde el inicio del asalto un disparo de los mosquetes, así como la retirada de Morgana y Fígaro con sus hombres para asegurar la ciudad.
Caris se quedó, mientras sus hombres disparaban sin tregua sobre las barricadas y las puertas cerradas tras las que los hombres de Robert Black, gobernador de Tudmir y Señor del Mar Interior, se refugiaban.
Finalmente, y tras la puerta del despacho, los hombres de Robert se unieron a su señor, que había desenvainado su estoque. La puerta del despacho era más resistente, pero no por ello sus hombres dejaron de reforzarla y de colocar una barricada detrás.
Kane cogió a su guardia personal, dejando al resto de arachés al mando de Caris, que ordenó continuar el ataque con furias renovadas, y se dirigió fuera de la mansión.
- A ver si Kane soluciona ya el problema, no sé si podremos aguantar mucho más.
Esto pensó Caris tras veinte minutos de asalto, ya que la pared del estudio tenía agujeros por los que los hombres de Robert disparaban sin peligro.
Los piratas caían por balas despistadas, y la puerta no se dejaba destrozar por el ariete improvisado hecho con una columna decorativa. En ese momento, Caris pensó:
- ¿Por qué no la hacemos estallar?
Ordenó a los piratas cercanos que vaciaran sus cargas de pólvora en una caja de música cercana, y que improvisaran una pequeña bomba. Asimismo, ordenó que dejaran de usar el ariete y que se refugiaran detrás de las mesas, sillas y demás elementos que habían usado como pantalla contra las balas.
Enseguida, vio cómo un pirata se acercaba hacia la puerta y que sus compañeros hacían una cobertura con una mesa redonda. El pirata dejó la caja de música junto a la puerta y encendió una mecha que habían conseguido añadir. Colocó otra carga de pólvora encima.
Después, él y sus compañeros salieron de la zona de la puerta con la mesa y se colocaron junto al resto de los piratas. Esperaron, pero las alfombras impidieron que la mecha, llegado a un punto, continuara encendida.
Un arakune lanzó una flecha con la punta en llamas hacia los depósitos de pólvora, haciéndolos estallar en pedazos.
Los piratas entraron en el despacho como una exhalación. Lejos los mosquetes, ahora empuñaban sables, pero fueron repelidos duramente por salvas de mosquetería provenientes de las tropas de élite, que se enfrentaron a ellos duramente.
Seis sombras entraron por las dobles vidrieras del fondo del despacho.
Kane y sus arachés entraron por las vidrieras, cayendo sobre las tropas de élite. Robert, sin embargo, se escapó por las mismas vidrieras, cayendo al jardín. Kane saltó detrás de él, pero Robert ya escapaba por otra puerta directo a los muelles, montado a caballo. Kane cogió otro caballo y le persiguió, sólo para ver cómo Robert, tras burlar a las patrullas de la ciudad y el puerto, montaba en el Segador, que llegaba en ese momento alertado por las almenaras. Kane sonrió, corrió a palacio y ordenó a su tripulación que prepararan el Doncella de Hierro.
Kane vio finalmente, tras tres horas de navegación, cómo el Segador se introducía en una flota de naves mercantes, con dirección a la isla interior de Lurtalla, y a la ciudad de Bajbal.
Kane dijo al segundo de a bordo:
- Nos dirigimos a las Artlas.
- Sí, señor. - respondió el segundo de a bordo.
Dos días después llegó el Doncella de Hierro a las grandes montañas Artlas. Allí, en una pequeña cal, se unió al resto de la flota que había huido de Tudmir, ya que ya no había nada que les interesase, tras el botín. Morgana le dijo:
- Kane, Robert habrá huido al Fuerte del Río, para preparar el asalto a Tudmir.
- Saldremos en una semana a las Ahorcadas, fletaremos una flota y volveremos a asaltar el Reino de Plata. Robert ha visto al lobo. Ahora, que venga a cazarlo.
Una semana después, en una noche de luna llena, la flota del Diablo de los Siete Mares zarpó rumbo a su destino, las Ahorcadas, la piratería.

Texto: Javier Pérez Hernández
Ilustración: vicentedamián