jueves, 10 de enero de 2013

NOVUS ALIS (2 -Instinto-)



Treinta largos y asfixiantes veranos habían sido testigos del proceso de madurez de “Puma plateado”. Ahora, era un alto y fornido hombre encargado de la caza y la protección del asentamiento de Novus Alis. Un hombre equilibrado, fuerte, un guerrero de sabia mirada, rudo pero sensible, cruel pero amable, poseedor de una perfecta armonía entre luz y oscuridad. Un hombre que, sin embargo, estaba siendo preso de una obsesión que crecía en su interior rauda y veloz.
La Zona, esa enigmática megalópolis encapsulada en lo alto de la ladera se había convertido en el objeto de todos sus pensamientos. Todo en ella le intrigaba, sus gentes, su estructura, su forma de organización. De un modo repentino, un extraño sentimiento de hermandad con los misteriosos habitantes de la ciudad parecía ir forjándose lentamente en lo más hondo de su ser.
Sin embargo, sus deseos y obsesiones chocaban contra un muro. Hacía ya muchos años que el pacto de no acercamiento entre los Novus Alis y El Pastor (líder de la Zona y única persona que había traspasado sus muros) mantenía el equilibrio y la paz en esta parte del desolado planeta tierra. Pero, ajeno a todo esto, la obsesión por la megalópolis de Puma plateado crecía con la fuerza con la que crecen los deseos cuando tratan de ser controlados.
De este modo, casi contra su propia voluntad, el guerrero fue ideando un plan con el que poder entrar dentro de la ciudad encapsulada. En secreto y con suma paciencia excavaría un túnel desde la parte baja de la ladera hasta un pequeño rincón deshabitado dentro de la Zona. Finalmente, tras meses de arduo trabajo y ajeno a cualquier mirada curiosa, el Novus Alis consiguió excavar un largo pasadizo que llevaba directamente al objeto de sus deseos. La Zona, con todos sus insondables y enigmáticos misterios, le esperaba.
Una vez dentro, su realidad habitual se resquebrajo, sufrió un autentico shock. Escondido en un rincón fue observando con suma atención a todos los habitantes de la Zona que pasaban cerca de él y ,en sus semblantes, en su forma de caminar y de moverse y en sus huecas miradas observo una apatía, una falta de pasión y una aureola mortecina que causo un fuerte impacto en el rudo guerrero. No había interactuación entre ellos, su comportamiento era más propio de un rebaño. De un modo espontaneo una sensación, mezcla de lástima y repulsión broto de su interior, se le hacía inconcebible la idea de que hacía siglos él y esos muertos vivientes que pululaban por la Zona, pertenecieron a la misma especie.
El impacto de este primer contacto, no hizo más que aumentar la curiosidad en el interior del nuevo animal. Día tras día sentía la imperiosa necesidad de entrar en la ciudad y observar con minuciosa atención cada gesto y cada movimiento de sus habitantes.
Sin embargo, meses después, dicha curiosidad empezó a decrecer. En el interior de Puma Plateado el sentimiento de repulsión fue ganando terreno al de lástima con respecto a los habitantes de la Zona. Los veía como ignorantes, como seres decrépitos que estaban cometiendo el mayor de todos los pecados, vivir por inercia, sin ningún propósito, como si la magia del día a día, como si la fuerza inabarcable de la vida con sus luces y sus sombras, con sus miles de emociones no fuese más que polvo que arrastra el viento. Asesinos implacables cometiendo el más atroz de los crímenes, acabar con la pasión, destruir la voluntad.
Pero un día, todo esto cambio, el guerrero salvaje fue testigo de otro acontecimiento que volvería a hacer temblar los cimientos de su realidad. Alrededor de una hora antes del crepúsculo, cuando hubo acabado sus quehaceres diarios, Puma Plateado se arrastro una vez más hasta la ciudad encapsulada. Una vez allí, se agazapo sin ser visto en su rincón habitual y se dispuso a contemplar la procesión de seres vacios y sin vida que conformaban la sociedad de La Zona. Todo cuanto le rodeaba estaba regido por la más aséptica de las rutinas. Hasta que, de un modo inesperado. Mientras observaba uno tras otros los semblantes indolentes de los habitantes de la mega-ciudad, apareció ella, una mujer de aproximadamente su misma edad, una mujer perdida en la multitud que nunca hubiese llamado la atención de nadie. Pero, Puma Plateado, como protector del asentamiento de Nuevos Animales, como guerrero entrenado durante años para agudizar sus sentidos al máximo y fundirse con el momento presente, se percato al instante de que esa mujer poseía un rostro de cuyas facciones se desprendía algo distinto, una pequeña chispa, un minúsculo haz de energía, de vida, de pasión.
En su bella mirada alcanzaba a vislumbrarse una tristeza infinita, la de un espíritu libre encarcelado en la jaula de oro de una sociedad adormecida.
Lentamente, la mujer desapareció tal y como vino, entre la muchedumbre aletargada de sus conciudadanos. Tras recuperarse de su sorpresa. Nuestro protagonista huyo velozmente de La Zona, aun no estaba acostumbrado a la atmosfera artificial de la mega-ciudad, además llevaba mucho tiempo dentro y corría el riesgo de ser descubierto. Mientras descendía por la ladera, la imagen de la mujer de La Zona se iba marcando a fuego en su alma, la visión de su bella y dolorosa mirada se había instalado en su mente de un modo definitivo.
Comenzó a caer la noche en el asentamiento de Novus Alis, sin embargo, todavía quedaba un acontecimiento que habría de marcar definitivamente al guerrero Puma Plateado. Era luna llena y, como dicta la tradición, el anciano ha de reunir a todos los habitantes del poblado e iniciar la narración de historias y leyendas a la luz del fuego. Todas estas historias, aun en su aparente simpleza, siempre guardaban una doble lectura, un sutil poso de profundidad y trascendencia. Pero, de entre todas, hubo una que impacto profundamente a nuestro protagonista.
Cuenta la leyenda que, una noche de luna llena como esta, una manada de lobos perdió un cachorro recién nacido en el espesor del bosque, cuando en estas tierras brotaban bosques por doquier. Pasaron las horas y el joven lobezno estaba ya casi al borde la muerte, hasta que, de pronto, fue encontrado por un cordero, el cual decidió hacerse cargo del indefenso animal.
El lobo fue amamantado y criado por corderos. Los años pasaron y el animal salvaje creció fuerte y feliz como un cordero más. Frágil, tranquilo y sin ningún atisbo de fiereza.
Pero, una noche, la paz de los corderos se vio quebrada de pronto por la irrupción de un gigantesco lobo de cuyos ojos se desprendía una fiereza abominable. El lobo se disponía a devorar uno a uno a todos los corderos cuando, de pronto, vio que, entre ellos, encogido y atemorizado se encontraba un animal de su misma especie, un hermoso lobo cuya ferocidad y energía habían desaparecido casi por completo. Sin pensárselo dos veces el lobo salvaje agarro por el cuello al lobo temeroso y se lo llevo hasta un pequeño lago cercano.
Una vez allí, le dijo: -Observa, mira tú reflejo en el lago, esto es lo que eres, fíjate bien, somos iguales, tú no eres un cordero, tú te alimentas de ellos. Esta no es tu verdadera naturaleza-
Estas palabras hicieron brotar en el lobo temeroso, un fuerte instinto desde lo más hondo de su ser, una salvaje sensación de fiereza y violencia se apodero de cada poro de su cuerpo. Finalmente, los dos lobos devoraron al grupo de corderos sin la menor compasión. A pesar de que los corderos salvaron la vida del lobo y lo cuidaron, este los engullo sin ningún miramiento porque esa era su naturaleza primigenia, el motivo de su existencia.
Tras narrar su historia. La voz grave y ronca del anciano continúo resonando durante unos segundos en la mente de Puma Plateado. Podía notar cómo, auspiciada por sus palabras, una punzante sensación empezaba a colmar todo su ser de forma irrefrenable, se trataba de una idea, una determinación. Existía un paralelismo claro entre el lobo del cuento y la bella mujer de La Zona, ambos eran lobos entre corderos, en ambos dormía un instinto primigenio, una naturaleza oculta que clamaba libertad. De toda esta revelación, broto una clara convicción, había de liberar a la mujer de La Zona, tratar de hacerla consciente de algún modo de que, fuera de la megalópolis le aguardaba, austera y salvaje, la verdadera libertad. Sería duro para ella, pero nadie puede vivir de espaldas a los insondables designios de la naturaleza.
Sin más dilación, al día siguiente, cuando comenzaba a intuirse un nuevo crepúsculo en el horizonte. El guerrero se introdujo en la gigantesca ciudad encapsulada dispuesto a esperar paciente a la mujer de sus obsesiones. Alrededor de una hora después, cuando empezaba a pensar en abandonar su empresa, alcanzó a verla, diluida entre la multitud. Su mirada le hizo temblar, una extraña sensación de deseo y añoranza subyugo sus entrañas en un fuerte espasmo. Una sensación que, de un modo sutil, comenzó a controlar su razón, una emoción hasta ahora desconocida para el que destruyo su equilibrio y le hizo actuar de un modo inesperado.
Sin razonar sus actos, nuestro protagonista apretó los dientes, salió de su escondrijo y se inmiscuyo velozmente entre la multitud con un deseo incontrolable, hablar con la mujer de triste mirada. De un modo casi instantáneo cientos de gritos de pavor y desconcierto rompieron la calma mortuoria que siempre reinaba en la mega-ciudad. Una estruendosa señal de alarma lleno todo el espacio. Los vigías se activaron, el nuevo animal había sido descubierto.
En apenas un segundo que pareció una eternidad, las miradas de Puma Plateado y la mujer se cruzaron, estaban a pocos metros de distancia, algo se estremeció en el interior de ambos. El guerrero estiro el brazo hacia ella con gesto amable, de pronto, un potente golpe en la espalda le hizo clavar su rodilla izquierda en el suelo. Se trataba de un enorme vigía dispuesto a acabar con su vida. Los vigías eran unos gigantescos robots de una fuerza descomunal, unas autenticas maquinas de matar ideadas por El Pastor para proteger a La Zona de cualquier posible amenaza.
Sin embargo, el rudo guerrero de los Novus Alis era una amenaza con la que no contaban. En un parpadeo, se incorporo de un salto y asesto una poderosa patada al vigía, su cabeza acabo prácticamente desintegrada por el golpe. Acto seguido, derribo solo con sus hombros a dos vigías mas y se abrió paso entre la multitud atemorizada hasta el túnel secreto por el que había entrado.
Momentos antes de caer la noche. Puma Plateado regresaba sigiloso al asentamiento, allí se respiraba una paz balsámica, una serenidad ajena a todo el caos de La Zona, trató de actuar como si nada hubiese pasado. Aun sabiendo que eso no era posible.
Al día siguiente, nada volvería a ser igual. Con los primeros rayos del sol, se plantó en la entrada del asentamiento un hombre cercano a los dos metros de altura y de físico fornido, de su mirada se desprendía una perversidad abismal. Se trataba de la mano derecha de El Pastor. Sus palabras fueron claras.
-Uno de vosotros ha roto el pacto de no acercamiento. De modo que, desde este mismo instante. El Pastor, gobernador supremo de La Zona, declara la guerra a los Novus Alis. Mañana al despuntar el alba iniciaremos vuestra aniquilación.

Ilustración: vicentedamian
Texto: moisESROCAmora