Treinta largos y asfixiantes veranos habían sido
testigos del proceso de madurez de “Puma plateado”. Ahora, era un alto y
fornido hombre encargado de la caza y la protección del asentamiento de Novus
Alis. Un hombre equilibrado, fuerte, un guerrero de sabia mirada, rudo pero
sensible, cruel pero amable, poseedor de una perfecta armonía entre luz y
oscuridad. Un hombre que, sin embargo, estaba siendo preso de una obsesión que crecía
en su interior rauda y veloz.
La Zona, esa enigmática megalópolis encapsulada en
lo alto de la ladera se había convertido en el objeto de todos sus
pensamientos. Todo en ella le intrigaba, sus gentes, su estructura, su forma de
organización. De un modo repentino, un extraño sentimiento de hermandad con los
misteriosos habitantes de la ciudad parecía ir forjándose lentamente en lo más
hondo de su ser.
Sin embargo, sus deseos y obsesiones chocaban
contra un muro. Hacía ya muchos años que el pacto de no acercamiento entre los
Novus Alis y El Pastor (líder de la Zona y única persona que había traspasado
sus muros) mantenía el equilibrio y la paz en esta parte del desolado planeta
tierra. Pero, ajeno a todo esto, la obsesión por la megalópolis de Puma
plateado crecía con la fuerza con la que crecen los deseos cuando tratan de ser
controlados.
De este modo, casi contra su propia voluntad, el
guerrero fue ideando un plan con el que poder entrar dentro de la ciudad
encapsulada. En secreto y con suma paciencia excavaría un túnel desde la parte
baja de la ladera hasta un pequeño rincón deshabitado dentro de la Zona.
Finalmente, tras meses de arduo trabajo y ajeno a cualquier mirada curiosa, el
Novus Alis consiguió excavar un largo pasadizo que llevaba directamente al
objeto de sus deseos. La Zona, con todos sus insondables y enigmáticos
misterios, le esperaba.
Una vez dentro, su realidad habitual se
resquebrajo, sufrió un autentico shock. Escondido en un rincón fue observando
con suma atención a todos los habitantes de la Zona que pasaban cerca de él y
,en sus semblantes, en su forma de caminar y de moverse y en sus huecas miradas
observo una apatía, una falta de pasión y una aureola mortecina que causo un
fuerte impacto en el rudo guerrero. No había interactuación entre ellos, su
comportamiento era más propio de un rebaño. De un modo espontaneo una
sensación, mezcla de lástima y repulsión broto de su interior, se le hacía
inconcebible la idea de que hacía siglos él y esos muertos vivientes que
pululaban por la Zona, pertenecieron a la misma especie.
El impacto de este primer contacto, no hizo más
que aumentar la curiosidad en el interior del nuevo animal. Día tras día sentía
la imperiosa necesidad de entrar en la ciudad y observar con minuciosa atención
cada gesto y cada movimiento de sus habitantes.
Sin embargo, meses después, dicha curiosidad
empezó a decrecer. En el interior de Puma Plateado el sentimiento de repulsión
fue ganando terreno al de lástima con respecto a los habitantes de la Zona. Los
veía como ignorantes, como seres decrépitos que estaban cometiendo el mayor de
todos los pecados, vivir por inercia, sin ningún propósito, como si la magia
del día a día, como si la fuerza inabarcable de la vida con sus luces y sus
sombras, con sus miles de emociones no fuese más que polvo que arrastra el
viento. Asesinos implacables cometiendo el más atroz de los crímenes, acabar
con la pasión, destruir la voluntad.
Pero un día, todo esto cambio, el guerrero salvaje
fue testigo de otro acontecimiento que volvería a hacer temblar los cimientos
de su realidad. Alrededor de una hora antes del crepúsculo, cuando hubo acabado
sus quehaceres diarios, Puma Plateado se arrastro una vez más hasta la ciudad
encapsulada. Una vez allí, se agazapo sin ser visto en su rincón habitual y se
dispuso a contemplar la procesión de seres vacios y sin vida que conformaban la
sociedad de La Zona. Todo cuanto le rodeaba estaba regido por la más aséptica
de las rutinas. Hasta que, de un modo inesperado. Mientras observaba uno tras
otros los semblantes indolentes de los habitantes de la mega-ciudad, apareció
ella, una mujer de aproximadamente su misma edad, una mujer perdida en la
multitud que nunca hubiese llamado la atención de nadie. Pero, Puma Plateado,
como protector del asentamiento de Nuevos Animales, como guerrero entrenado
durante años para agudizar sus sentidos al máximo y fundirse con el momento
presente, se percato al instante de que esa mujer poseía un rostro de cuyas
facciones se desprendía algo distinto, una pequeña chispa, un minúsculo haz de
energía, de vida, de pasión.
En su bella mirada alcanzaba a vislumbrarse una
tristeza infinita, la de un espíritu libre encarcelado en la jaula de oro de
una sociedad adormecida.
Lentamente, la mujer desapareció tal y como vino,
entre la muchedumbre aletargada de sus conciudadanos. Tras recuperarse de su
sorpresa. Nuestro protagonista huyo velozmente de La Zona, aun no estaba
acostumbrado a la atmosfera artificial de la mega-ciudad, además llevaba mucho
tiempo dentro y corría el riesgo de ser descubierto. Mientras descendía por la
ladera, la imagen de la mujer de La Zona se iba marcando a fuego en su alma, la
visión de su bella y dolorosa mirada se había instalado en su mente de un modo definitivo.
Comenzó a caer la noche en el asentamiento de
Novus Alis, sin embargo, todavía quedaba un acontecimiento que habría de marcar
definitivamente al guerrero Puma Plateado. Era luna llena y, como dicta la
tradición, el anciano ha de reunir a todos los habitantes del poblado e iniciar
la narración de historias y leyendas a la luz del fuego. Todas estas historias,
aun en su aparente simpleza, siempre guardaban una doble lectura, un sutil poso
de profundidad y trascendencia. Pero, de entre todas, hubo una que impacto
profundamente a nuestro protagonista.
Cuenta la
leyenda que, una noche de luna llena como esta, una manada de lobos perdió un
cachorro recién nacido en el espesor del bosque, cuando en estas tierras
brotaban bosques por doquier. Pasaron las horas y el joven lobezno estaba ya
casi al borde la muerte, hasta que, de pronto, fue encontrado por un cordero,
el cual decidió hacerse cargo del indefenso animal.
El lobo
fue amamantado y criado por corderos. Los años pasaron y el animal salvaje
creció fuerte y feliz como un cordero más. Frágil, tranquilo y sin ningún
atisbo de fiereza.
Pero, una
noche, la paz de los corderos se vio quebrada de pronto por la irrupción de un
gigantesco lobo de cuyos ojos se desprendía una fiereza abominable. El lobo se
disponía a devorar uno a uno a todos los corderos cuando, de pronto, vio que,
entre ellos, encogido y atemorizado se encontraba un animal de su misma
especie, un hermoso lobo cuya ferocidad y energía habían desaparecido casi por
completo. Sin pensárselo dos veces el lobo salvaje agarro por el cuello al lobo
temeroso y se lo llevo hasta un pequeño lago cercano.
Una vez
allí, le dijo: -Observa, mira tú reflejo en el lago, esto es lo que eres,
fíjate bien, somos iguales, tú no eres un cordero, tú te alimentas de ellos.
Esta no es tu verdadera naturaleza-
Estas
palabras hicieron brotar en el lobo temeroso, un fuerte instinto desde lo más
hondo de su ser, una salvaje sensación de fiereza y violencia se apodero de
cada poro de su cuerpo. Finalmente, los dos lobos devoraron al grupo de
corderos sin la menor compasión. A pesar de que los corderos salvaron la vida
del lobo y lo cuidaron, este los engullo sin ningún miramiento porque esa era
su naturaleza primigenia, el motivo de su existencia.
Tras narrar su historia. La voz grave y ronca del
anciano continúo resonando durante unos segundos en la mente de Puma Plateado.
Podía notar cómo, auspiciada por sus palabras, una punzante sensación empezaba
a colmar todo su ser de forma irrefrenable, se trataba de una idea, una
determinación. Existía un paralelismo claro entre el lobo del cuento y la bella
mujer de La Zona, ambos eran lobos entre corderos, en ambos dormía un instinto
primigenio, una naturaleza oculta que clamaba libertad. De toda esta
revelación, broto una clara convicción, había de liberar a la mujer de La Zona,
tratar de hacerla consciente de algún modo de que, fuera de la megalópolis le
aguardaba, austera y salvaje, la verdadera libertad. Sería duro para ella, pero
nadie puede vivir de espaldas a los insondables designios de la naturaleza.
Sin más dilación, al día siguiente, cuando
comenzaba a intuirse un nuevo crepúsculo en el horizonte. El guerrero se
introdujo en la gigantesca ciudad encapsulada dispuesto a esperar paciente a la
mujer de sus obsesiones. Alrededor de una hora después, cuando empezaba a
pensar en abandonar su empresa, alcanzó a verla, diluida entre la multitud. Su
mirada le hizo temblar, una extraña sensación de deseo y añoranza subyugo sus
entrañas en un fuerte espasmo. Una sensación que, de un modo sutil, comenzó a
controlar su razón, una emoción hasta ahora desconocida para el que destruyo su
equilibrio y le hizo actuar de un modo inesperado.
Sin razonar sus actos, nuestro protagonista apretó
los dientes, salió de su escondrijo y se inmiscuyo velozmente entre la multitud
con un deseo incontrolable, hablar con la mujer de triste mirada. De un modo
casi instantáneo cientos de gritos de pavor y desconcierto rompieron la calma
mortuoria que siempre reinaba en la mega-ciudad. Una estruendosa señal de alarma
lleno todo el espacio. Los vigías se activaron, el nuevo animal había sido
descubierto.
En apenas un segundo que pareció una eternidad,
las miradas de Puma Plateado y la mujer se cruzaron, estaban a pocos metros de
distancia, algo se estremeció en el interior de ambos. El guerrero estiro el
brazo hacia ella con gesto amable, de pronto, un potente golpe en la espalda le
hizo clavar su rodilla izquierda en el suelo. Se trataba de un enorme vigía
dispuesto a acabar con su vida. Los vigías eran unos gigantescos robots de una
fuerza descomunal, unas autenticas maquinas de matar ideadas por El Pastor para
proteger a La Zona de cualquier posible amenaza.
Sin embargo, el rudo guerrero de los Novus Alis
era una amenaza con la que no contaban. En un parpadeo, se incorporo de un
salto y asesto una poderosa patada al vigía, su cabeza acabo prácticamente
desintegrada por el golpe. Acto seguido, derribo solo con sus hombros a dos
vigías mas y se abrió paso entre la multitud atemorizada hasta el túnel secreto
por el que había entrado.
Momentos antes de caer la noche. Puma Plateado
regresaba sigiloso al asentamiento, allí se respiraba una paz balsámica, una
serenidad ajena a todo el caos de La Zona, trató de actuar como si nada hubiese
pasado. Aun sabiendo que eso no era posible.
Al día siguiente, nada volvería a ser igual. Con
los primeros rayos del sol, se plantó en la entrada del asentamiento un hombre
cercano a los dos metros de altura y de físico fornido, de su mirada se
desprendía una perversidad abismal. Se trataba de la mano derecha de El Pastor.
Sus palabras fueron claras.
-Uno de
vosotros ha roto el pacto de no acercamiento. De modo que, desde este mismo
instante. El Pastor, gobernador supremo de La Zona, declara la guerra a los
Novus Alis. Mañana al despuntar el alba iniciaremos vuestra aniquilación.
Ilustración: vicentedamian
Texto: moisESROCAmora